Dorsales de leyenda

Ignacio Achucarro, IV Dorsal de Leyenda
Temporada
2012
Biografía

Ignacio Achucarro (Asunción, Paraguay, 31-6-1936) llegó a Sevilla con 22 años. Fue integrante de aquella Paraguay de finales de los 50 que logró una sorprendente clasificación para el Mundial Suecia 1958, junto a los Lezcano, Aguilera, Re, Agüero o Amarilla. Bravo mediocentro, era ya un ídolo en su país por ser el líder del tricampeón Olimpia y completó una excepcional actuación que le puso en el mercado español. El Sevilla fue el club más avispado a la hora de contratarle, dado que en principio venía al Barcelona de Helenio Herrera, que le quería para proteger a Luis Suárez. Sin embargo, la intermediación del representante armenio Arturo Bogossian cambiaron los acontecimientos y Achucarro tomó rumbo a la Giralda para construir una historia de grandeza similar a la del monumento hispalense más universal.

Cuando arribó a Sevilla, Achucarro era un padre primerizo, comedido en palabras, guaraní parlante, extranjero pese a su sangre española, pero comprometido con su presente y sorprendido por las bondades de Sevilla, que tan bien le supieron desde sus inicios. Corría el penúltimo mes de 1958 cuando se estableció en la calle San Vicente y dio rienda suelta a su leyenda. Su debut fue ante el Athletic un 23 de noviembre. De ahí hasta final de campaña no dejó de jugar ni un solo encuentro. La camiseta del Sevilla, blanca como la del Olimpia, le sentó de maravilla y no permitió, bajo ningún concepto, que nadie se atreviera a mancharla.

Inolvidable dupla con Ruiz Sosa

En Nervión echó raíces. Le tocó lidiar con un Sevilla en decadencia, que se sostuvo en la elite mientras él formó inolvidable pareja en el centro del campo con Manuel Ruiz Sosa, la mejor medular que jamás haya conocido Nervión. Rozó la gloria en la final de Copa del 62 y no jugó con España en el Mundial Chile 1962 por una inoportuna lesión que le dejó fuera de los planes de Helenio Herrera, un técnico que siempre quiso contar con sus servicios.

En los años 60 y la marcha de Ruiz Sosa, el Sevilla, que iba a menos, encontró en el racial carácter de Achucarro su principal sostén.  Sus sensacionales actuaciones se convirtieron en uno de los pocos argumentos de un equipo que acusaba seriamente las deudas devenidas de la construcción del Ramón Sánchez Pizjuán. Salieron Sosa, Gallego, Oliveros, pero a Achucarro nunca se le abrieron las puertas y el jamás osó tomar el picaporte por su cuenta. Ídolo y figura, se convirtió en el gran capitán y en el ejemplo a seguir por la excelsa generación de canteranos que venía pegando fuerte desde abajo, con Enrique Lora a la cabeza.

Sus mejores años en el Sevilla FC

Dedicó sus mejores años por y para el Sevilla y dotó a su figura de un matiz legendario en la promoción por evitar el descenso de la temporada 66/67, cuando el conjunto nervionense, tras haber ganado 1-0 en casa, se jugaba la permanencia en El Molinón. Ante el Sporting, el recital de compromiso y sacrificio futbolístico del paraguayo fue enorme, dado que llegó a jugar lesionado -con la rótula rota- durante gran parte del choque. Pese a circunstancias tan adversas, no transigió a abandonar el campo, pues en esa época no había cambios y no quería dejar al equipo con uno menos, pese a que su técnico, Juan Arza, le pidió que lo hiciera viendo la gravedad de la situación. Su sello era pelear hasta el último suspiro y no caer jamás, valiéndose de un pundonor y un compromiso cada vez menos frecuente en el fútbol. El Sevilla logró mantener la categoría, elevándose su figura al olimpo de los héroes.

Homenaje y adiós con honores

En la siguiente campaña, con el equipo descendido, Achucarro terminó contrato con el Sevilla. Tuvo ofertas jugosas de Elche, Córdoba o Espanyol para hacerse con sus servicios y poder seguir jugando en Europa y ganar el buen dinero que pagaba el campeonato español. Sin embargo, el presidente Manuel Zafra Poyatos, le dijo alto y claro que el Sevilla no permitiría que vistiera otra camiseta distinta en España. El mensaje fue nítido: ‘si lo haces, te quedas sin partido homenaje’. Achucarro no dudó, rechazó ofertas y prefirió un último baile con una afición a la que enamoró con su casta, destrozando su rodilla y entregando su alma.

El homenaje fue contra su nuevo equipo, el Guaraní, con el Sánchez Pizjuán repleto. Achucarro jugó 280 encuentros, con el título honorífico de ser el extranjero con más partidos durante más de 50 años, hasta que Renato y Kanouté le superaron. Más allá de eso, el pundonor y la entrega que siempre mostró en el campo le han hecho inmortal en el imaginario colectivo del Sevillismo, que todavía hoy no olvida a un ídolo auténtico, jugador de hierro y corazón, pero sobre todo de un compromiso prácticamente inédito en el fútbol actual. Razones por las cuales recibió en mayo de 2012 el IV Dorsal de Leyenda de la entidad. 

Marcelo Campanal, III Dorsal de Leyenda
Temporada
2011
Biografía

Marcelo Campanal (Avilés, Asturias, 13-febrero-1931) fue un portento de la naturaleza que ajustó el fútbol a su medida. Encarnaba al mitológico Apolo con un balón en los pies. Un asturiano de naturaleza superlativa que sacó pecho ante todo y ante todos, saliendo casi siempre triunfante de las encarnizadas luchas que protagonizó con los mejores delanteros de su época. Su historia futbolística comienza incluso antes de nacer porque ya entonces su tío Guillermo triunfaba en el Sevilla FC. Por eso cuando comenzó a despuntar en el Avilés, el más gordo matador de los Stukas lo trajo para probar suerte en el equipo que tanto le dio a él.

Marcelo llegó a la capital de Andalucía por el río. Embarcó en San Juan de Nieva con 16 años y, tras cuatro días de viaje, atracó en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz). De ahí al muelle de las Delicias, donde su tío Guillermo le esperaba con los brazos abiertos. Pasó por dos cesiones antes de firmar por el primer equipo en el verano de 1950. Tenía 19 años y sus impulsos futbolísticos fueron arrebatadores. El vigor que aplicaba en cada acción desconcertó en un fútbol de la época, mucho menos físico que el actual. Marcelo fue un adelantado a su tiempo.

Orgullo y compromiso

La alternativa le llegó un 12 de diciembre, ante el Athletic Club, cuando se lesionó Venys y tuvo que suplirlo. Desde entonces no abandonó la titularidad hasta bien entrados los 60, jugando 403 partidos oficiales con el Sevilla FC. En dos ocasiones fue subcampeón de Liga y otras dos de Copa, pero ni siquiera el hecho de no haber logrado títulos rebajó el impacto histórico que constituyó su figura para el Sevillismo.

Campanal fue un jugador noble que dadas sus condiciones atléticas atormentaba a los mejores ‘nueve’. Amargó a Di Stefano y Kubala en incontables ocasiones. Por eso era codiciado. Fue el central que Helenio Herrera quiso llevarse consigo a Barcelona e Inter de Milán tras su estancia en Nervión. Pero Marcelo, además de bravo era fiel y jamás se planteó una salida, como tampoco el club, pese a que llegaron ofertas por él verdaderamente mareantes, sobre todo una del Madrid que ofreció 20 millones del momento.

Héroe de Estambul

La leyenda de Marcelo se hizo extensiva a la selección. Campanal fue un fijo con España en la década de los cincuenta e incluso fue capitán con sólo 23 años, el tercero más joven luciendo la camisola nacional. Su mejor página la escribió, paradójicamente, en una de las derrotas más severas que sufrió el combinado español. Un duelo a doble partido ante Turquía para lograr la clasificación al Mundial de Suiza 1954. España ganó la ida en Madrid, pero en la vuelta cayó en Estambul, víctima de una auténtica encerrona. Campanal fue de los pocos que plantó cara a los turcos, dada su natural entereza. Días más tarde agrandó su actuación en el desempate jugado en Roma, que acabó 2-2. La mano inocente de un niño italiano clasificó a los turcos, pero a la llegada a Barajas de la selección, Campanal fue el único vitoreado, entre silbidos y gritos contra el seleccionador y otros jugadores.

A nadie extrañó que en 1954 fuera nombrado deportista español del año, por delante de los mediáticos Kubala y Zarra. Campanal era un emblema que sobrepasó los límites del Sevilla, simbolizando la recurrida furia española. Su valentía le jugó malas pasadas, pero nadie dudó jamás de la nobleza de su fútbol. En 16 campañas sevillistas sólo en 2 ocasiones fue expulsado.

Aquel Carranza deshonroso

El compromiso con el Sevilla de Campanal II, como así se hacía llamar, no cayó en saco roto para la afición, que llegado el momento dio la cara por su líder. En el Trofeo Carranza de 1958 el Sevilla disputaba su cuarta final consecutiva ante el Madrid de Di Stefano. Campanal hizo una entrada a Santisteban y los directivos del Madrid, con Bernabéu a la cabeza, protestaron diciendo que, si en el descanso no salía del campo el asturiano, su equipo se retiraba. Las presiones surtieron efecto y la directiva sevillista aceptó suplir a Marcelo por Maraver. La afrenta no pasó por alto en el Sevillismo, que meses después en asamblea general por amplia mayoría aprobó no jugar más el torneo gaditano. Postura que se mantuvo hasta los años 80.

Campanal II fue un futbolista tan formidable que incluso se le hizo un partido homenaje antes de dejar Nervión. Fue contra el Flamingo, 1-0 con gol de Diéguez, el 30 de agosto de 1965, con el estadio lleno. Estuvo un año más y en 1966 se marchó a La Coruña, para colgar las botas en el Avilés y dedicarse después al atletismo, una disciplina en la que batió todo tipo de récords en sus años mozos, que no fueron homologados por su condición de futbolista. Su último partido fue ante el Sabadell, un 20 de marzo de 1966… Cinco décadas después el recuerdo del otrora conocido como Huracán de Avilés o Capitán Maravilla sigue indeleble en Nervión.

El 22 de noviembre de 2011 el Club reconoció su trayectoria concediéndole el III Dorsal de Leyenda, en presencia de su familia, su alcaldesa de Avilés, Consejo de Administración, cuerpo técnico, capitanes y centrales del primer equipo y más de 30 excompañeros. El presidente de la Real Federación Española de Fútbol, Ángel María Villar, le condecoró además con la insignia de oro y brillantes de la entidad.

José María Busto, II Dorsal de Leyenda
Temporada
2009
Biografía

Por su condición de vasco, nacido en Portugalete (Vizcaya) el 12 de noviembre de 1924, las cartas del destino tal vez invitaban a pensar en una carrera deportiva exitosa en el Athletic. Pero la historia de José María Busto, como las buenas historias, tuvo un agradable giro, un cambio de guión que hizo su trayectoria poco previsible. Tal vez por eso resultó tan asombrosa. Desde el arco contempló la época más prodigiosa del Sevilla FC en el siglo XX, jugando 16 temporadas, desde 1942 hasta 1958, en las que conquistó una Liga y una Copa del Rey, convirtiéndose en uno de los mejores guardametas de su tiempo. Nunca un portero jugó tantas campañas en Nervión ni disputó tantos encuentros, ni más ni menos que 401, con más de 30.267 minutos en su haber. Sus guantes -todavía hoy- pesan demasiado.

Su historia comienza mucho antes, en el Baracaldo Altos Hornos, equipo al que había llegado tras dejar los juveniles del Athletic Club. Busto se hacía un nombre en el norte y el ojo de halcón de Pepe Brand, asesorado por el doctor Amadeo García de Salazar, fundador del Alavés y eminencia del fútbol nacional y vasco en particular, lo trajo al lugar que le hizo grande… Brand llegó a un acuerdo con el padre de Busto, que dio su palabra y la mantuvo hasta el final, pese a una intentona del Athletic Club, que lo quiso incorporar cuando el joven arquero tomaba rumbo a Sevilla. Su historia estaba lejos de San Mames, en la otra punta de España, en la calidez del Sur, en el hervidero de pasiones que constituía el viejo Nervión.

La sombra de Eizaguirre

Cuando llegó, Busto tenía el reto de solapar la leyenda de Guillermo Eizaguirre, El ángel volador, un futbolista carismático del Sevilla de la época, el contrapunto de la mítica delantera Stuka que -sin él- quedó huérfana de seguridad. Aquel Sevilla, una máquina de hacer goles, dejaba atrás mucho que desear. Se requería a un buen portero… Y ahí entró Busto. Nadie esperaba que superara las hazañas de Eizaguirre. De reflejos extraordinarios y una sobriedad envidiable, no tardó en consolidarse bajo los tres palos, haciendo olvidar a su gran predecesor.

El “prodigio de seguridad” de Les Corts

Ahí comenzó una historia de grandeza: muy bueno en el mano a mano, con magnífica salida y anticipación, aportó tranquilidad atrás al extraordinario equipo que dirigía Ramón Encinas, que en la 45/46 se coronó campeón de Liga. Busto; Joaquín, Villalonga; Alconero, Antúnez, Eguiluz; López, Arza, Araujo, Herrera y Campos. Equipo que el Sevilla puso en liza el inolvidable 31 de marzo de 1946 en Les Corts. Valía un empate para ser campeón de Liga y Busto tenía ante sí la responsabilidad de frenar el asedio azulgrana, que fue avasallador. Y lo hizo. Pudo con todas las embestidas culés, tan sólo le superó Bravo, pero sin embargo Escolá y Gamonal no lograron rebasarle, valiendo el gol de Pato Araujo en el minuto 7. Su actuación fue portentosa y, de hecho ABC, dos días después dejaba claro la importancia del cancerbero en la consecución del título: “En el Sevilla dos hombres brillaron de forma extraordinaria: Busto, con intervenciones prodigio de seguridad y colocación, y Juan Arza”.

El fútbol le reservó más días de gloria al mítico arquero vasco. En 1948, el 4 de julio, se proclamó campeón de Copa, ante el Celta de Vigo, con una cómoda victoria por 4-1. Busto siguió logrando hazañas. Fue subcampeón de Liga en la 50/51, perdió una final de Copa en 1955 e incluso debutó con España el 30 de mayo de 1954, en Bayona, victoria 0-2 ante Francia. La inconmensurable figura de Ramallets eclipsó sin embargo sus opciones de ser titular.

En 1957, Busto jugó la Copa de Europa, siendo el primer portero en competición internacional con el Sevilla FC. El 19 de septiembre saltó al césped de Nervión ante el Benfica, en un duelo histórico, que acabó con 3-1 a favor del conjunto hispalense. En la 57/58, colgó las botas para siempre. Su último encuentro fue ante el Real Madrid, en el Sánchez Pizjuán, el 19 de enero de 1958, cita que acabó con victoria por 3-2 y con la lesión de un dedo del portero de los porteros en clave sevillista, lo que le obligó a dejar los terrenos de juego.

Una última gesta tras su adiós

Una vez colgadas las botas, Busto se convierte en seleccionador de la selección juvenil andaluza de fútbol, a la que hizo campeona de España (con jugadores como Rodri o Paco Gallego). Después se vincula a los Escalafones Inferiores del Sevilla y cuando llega Antonio Barrios en 1961 se convierte en su segundo. El día de Reyes de 1962, recibe un partido homenaje en el Ramón Sánchez Pizjuán, celebrando un amistoso ante el Sporting de Lisboa. Pero sus servicios fueron más allá, porque un año después, cuando el equipo está en una verdadera situación crítica, al final de la 62/63, Busto vuelve a ser providencial. A tres jornadas de acabar el torneo se cesa a Barrios y Busto asume el mando, en una difícil papeleta. Sin embargo, esta vez sin guantes, el vasco salvó los muebles y consiguió que el equipo eludiera el descenso. En la siguiente campaña asume el mando del Sevilla Atlético. Después deja el fútbol y se dedica al mundo de los negocios. El 18 de noviembre de 2009 el Sevilla FC hizo justicia, otorgándole la gran distinción del II Dorsal de Leyenda.

JUAN ARZA, I Dorsal de Leyenda
Temporada
2009
Biografía

Juan Arza Íñigo nace en Estella (Navarra) el 18 de junio de 1923. Quinto hijo de seis que tendrían Vicente Arza, de profesión taxista, y Estanislá Íñigo, ama de casa. Un chaval inquieto que disfruta dando carreras con los amigos. Su relación con el fútbol comienza en La Bomba, equipo de aficionados, luego pasa al Acción Católica y más tarde al CD Izarra. Con 16 años ya asombraba a propios y extraños con su excepcional manejo del balón y una velocidad endiablada. El RCD Espanyol, se interesa por él y se lo lleva a probar a Barcelona. Rápidamente convence a sus técnicos que dan luz verde al fichaje. Estar en la ciudad condal le sirve para ver que es pronto para estar lejos de su familia, y decide volver ante el asombro de sus paisanos.

Le llega una oferta del Deportivo Alavés, que acepta con la condición de regresar a su pueblo después de entrenar. En el club albiazul continúa su imparable progresión, lo que hace que el Athletic ponga sus ojos en él. Un equipo atractivo, pero el pequeño Arza no confía en poder jugar teniendo la competencia de Zarra, Panizo, Iriondo, Venancio y Gainza. Con el fichaje cerrado aparece el CD Málaga, donde tendría más opciones de ser titular y decide marcharse.

Juega sólo una temporada, la 42/43, en la que los malagueños descendieron de Segunda a Tercera, pero Juan sigue ofreciendo fútbol de muchos quilates. Ello obliga al Málaga a desprenderse de sus jugadores cotizados. El interés del Espanyol continúa, pero además otros grandes clubes, entre ellos el Real Madrid, se unen a la puja. El Sevilla FC, presidido por Jerónimo Domínguez y Pérez de Vargas, Marqués de Contadero, había seguido de cerca al pequeño navarro y decide ficharlo. Resulta fundamental el deseo del futbolista de recalar en Nervión, pues su hermana Jesusa vive en Sevilla y eso le ayuda para firmar un contrato por 5 temporadas. La entidad nervionense pagaría por Arza el traspaso más caro de su historia hasta entonces, 90.000 pesetas, más dos partidos amistosos a disputar con el Málaga.

Su llegada

Arza llega en 1943 al Sevilla, que venía de ser subcampeón de Liga de la mano del irlandés Patrick O'Connell; el listón estaba alto. Y tiene que competir con la delantera Stuka. Pero no tarda en empezar a forjar su leyenda. Su debut en partido oficial es el 26 de septiembre de 1943 ante el Sabadell: 5-2, con tres goles de Arza, quien ya por entonces era conocido como El Niño de Oro, apodo que le puso el propio O'Connell. Su 1ª temporada fue magnífica: 25 partidos de Liga, 14  goles, y 6 encuentros de Copa, con 6 dianas. El equipo finalizó tercero.

Lo mejor llega en la campaña 45/46, se proclama campeón de Liga con Ramón Encinas, un inolvidable  31 de marzo de 1946, al empatar 1-1 ante el FC Barcelona en Les Corts. La tarde más gloriosa de Arza como futbolista; ese año anotó 14 goles. Además de la Liga, consigue el título de campeón de Copa en el 1948, venciendo en la final por 4-1 al Celta de Vigo. Y los subcampeonatos ligueros de 1951 y 1957, por detrás del Atlético de Madrid y Real Madrid. Y subcampeón de Copa de 1955, cayendo 1-0 ante el Athletic. Pero no serán los únicos éxitos de Juan Arza en el Sevilla. A título individual, la temporada 54/55, con 29 goles se proclama máximo goleador. Nadie en Nervión había logrado ser Pichichi. Y sigue siendo el máximo artillero de Primera en la historia del Club, con 182 goles.

Europa y la selección

Merece mención especial la primera participación del Sevilla FC en la Copa de Europa en la temporada 57/58. Tras eliminar al Benfica portugués y al Aarhus danés, un intratable Real Madrid, que finalmente se alzaría con el título, se cruza en cuartos en el camino sevillista. Un abrumador 8-0 y en el trámite de vuelta se empató 2-2 en Nervión. Sus únicas citas europeas. El buen rendimiento de Arza como sevillista no tiene reflejo en la selección española, pues sólo llega a jugar dos partidos en la absoluta y uno más en escalafones inferiores. Su debut tiene lugar el 2 de marzo de 1947 en Dublín, Irlanda vence a España por 3-2. El otro partido será en Turquía, finalizando con empate a cero. Incomprensible la escasa participación de Juanito con la selección, algo muy criticado por los periodistas de la época, que no encontraban futbolista en mejor forma que el navarro en su puesto de interior derecho.

El adiós

Su etapa como futbolista en el Sevilla FC finaliza en la temporada 58-59. ‘El Niño de Oro' hace las maletas rumbo a Almería, donde jugará un año antes de colgar definitivamente las botas. Cinco años después el Sevilla FC le rinde un merecido homenaje. Un amistoso entre veteranos del Sevilla y del Barcelona. El estadio registra una entrada de más de 30.000 espectadores que quieren reconocer al mejor futbolista que nunca vieron sobre la hierba de Nervión. Aquel veinteañero que llegó procedente del Málaga se había hecho un hombre en el Sevilla. Había crecido, como futbolista y como persona, había saboreado las mieles del éxito, se había casado y había tenido cinco hijos. Fue el momento del adiós. O mejor dicho, del hasta luego.

Entrenador... Salvavidas. Delegado y directivo

Su pasión por el fútbol estimula a Arza a conseguir el título de entrenador nacional y entrenar a varios equipos. Regresa a su casa de Nervión, al lado del Ramón Sánchez Pizjuán, y hace casi de todo. La directiva le llama para que salve al equipo en la 65/66. El estellés obra el milagro y lo deja 8º clasificado que le permite participar en la Copa de Ferias. El año siguiente recurre de nuevo a Juan Arza para intentar evitar el descenso y otra vez logra la permanencia. El Niño de Oro pasa a ser más conocido como el ‘salvavidas’. Pero a la tercera fue la vencida y el Sevilla consuma su descenso a Segunda División en la 67/68. El presidente Gª Carranza decide, por vez primera, otorgarle la confianza desde el inicio de temporada para intentar el regreso a Primera. La fórmula fue un éxito, pues el Sevilla logra el ansiado ascenso. Después, llega a la presidencia José Ramón Cisneros que decide prescindir de sus servicios como entrenador.

No finaliza ahí su relación con el club de sus amores. Por petición del presidente Luis Cuervas formar parte de la directiva en 1986. Es además delegado del equipo 9 años, debido a su buena relación con los jugadores. Arza falleció el 18 de julio de 2011 y el Sevillismo se quedó huérfano de su Pichichi, su atacante más versátil, virtuoso, excelso y brillante; un Niño de Oro que lideró un equipo de época, oro de muchos quilates.

En 2005 fue nombrado presidente de honor del Centenario y en junio de 2009 se le hizo entrega del primer Dorsal de Leyenda, máxima distinción para un ex jugador sevillista, creada bajo el mandato de José María del Nido, con el objetivo de realzar el nombre de los que engrandecieron con sus hazañas a la entidad de Nervión. Juanito Arza tenía que ser el primero de la excelsa lista de héroes en clave blanquirroja.